sábado, 18 de marzo de 2017

Cómo integrar la robótica en el aula y para qué



Hacía tiempo que no enseñaba a niños. Lo que más he hecho es trabajar con adultos y, sobre todo, con adultos que enseñan a niños. Por supuesto, tengo una hija de cinco años, curiosísima, a la que le voy enseñando todo lo que se le ocurra preguntarme. Me encanta jugar con ella a armar robots con sus Legos, tanques, máquinas imposibles. En la casa tengo algunos kits de electrónica con los que me divierto sorprendiéndola. Pero no es lo mismo.

El primer punto, y creo que debería ser obvio, es que un profesor motivado, que se le nota motivado, cuando no apasionado por lo que está haciendo, va a terminar motivando a sus alumnos. La rutina mata. El alumno que ve a un profesor repetir, cansinamente, el mismo ejercicio una y otra vez, va a terminar aburriéndose, buscando otras cosas que hacer. No se trata tampoco de ser una especie de bufón permanente, pero sí manifestar un genuino interés y curiosidad por lo que va a presentar, por las actividades que va a promover o conducir.
Lo siguiente tiene que ver ya con el mismo kit de robótica. La robótica es una práctica que abarca varias disciplinas y quizá eso lo hace tan interesante. Si pudiera resumir en una frase qué cosa es un robot, sería “una máquina con vida propia y que razona por sí sola”. Quizá suene algo simplón, pero en esa frase está contenida la propia idea de un robot cualquiera: acción y razonamiento. Razonamos, esto es evaluamos una información que recibimos y luego actuamos. Otra vez, hay una información que recibimos a través de alguno de nuestros sentidos, la procesamos en el cerebro y este automáticamente le da una orden a algún músculo para que actúe.

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